Vivir y otras ficciones
Après avoir purgé sa peine dans un hôpital psychiatrique, pour avoir volé dans le but de pouvoir travailler, Pepe tente, sans succès, de se réinsérer dans la société. Seule son amitié avec Antonio, un activiste, lui permet de retrouver un semblant de vie, dans un monde qui a perdu tout son sens.
Proclamé meilleur film en octobre dernier au Cinemed de Montpellier et récompensé au Festival du cinéma espagnol de Nantes, Vivre et Autres Fictions, du réalisateur barcelonais Jo Sol, présenté en compétition au 18e Festival du Cinéma européen de Lecce, est une œuvre audacieuse qui s’oppose aux tabous. Entre fiction et documentaire, le film confronte en effet deux hommes ‘’différents’’ : Pepe est un ancien patient d’une clinique psychiatrique dans laquelle il avait été envoyé après avoir volé pour travailler ; et Antonio est un écrivain tétraplégique qui se bat pour le droit des personnes handicapées à avoir une vie sexuelle. Ces deux personnes discutent ensemble et amènent à réfléchir sur la frontière entre vivre et survivre.
Europa Cinemas
Pepe Rovira, de 52 años, conduce su taxi por Barcelona como todas las noches. Hasta ahí todo normal. Ocurre que la rutina de Rovira es cuando menos heterodoxa: todas las tardes roba un taxi, trabaja, y de madrugada aparca el vehículo donde lo encontró; dejando en el interior, eso sí, parte del dinero ganado -para gasolina y por las molestias causadas.
En otras palabras: Rovira roba para poder trabajar. Perseguido por las fuerzas del orden y al borde del precipicio, Rovira mitiga su caída dejándose caer en las redes de la izquierda alternativa (okupas y compañía).
Hasta aquí el mito de Pepe Rovira, el taxista okupa, argumento de un falso documental de culto -'El taxista ful' (2010)- en el que el director Jo Sol (Barcelona, 1968) hacía papilla los límites del género: aunque muchas de las personas y activistas que aparecían en la película hacían de sí mismos, no quedaba claro si 'El taxista ful' recreaba o reconstruía la realidad. Lo que sí era evidente era su condición de artefacto político de humor fulminante. O la reinvención del cine militante.
Pues bien, tenemos buenas noticias, Pepe Rovira ha vuelto. Vivir y otras ficciones -secuela de 'El taxista ful' presentada en la sección oficial del Festival de San Sebastián- sube (y depura) la apuesta al presentar a un Rovira tocado, pero no hundido. Tras pasar tres años internado en un psiquiátrico como castigo por su amor al taxi ajeno, intenta recuperar una normalidad vital entre resbaladiza e inalcanzable.
La normalidad es, de hecho, el asunto político de fondo de esta saga de ficción documental: o los problemas de los que habitan la periferia del sistema para hacerse un sitio en tiempos de crisis.
Choque cultural
El choque de contrarios es uno de los motores de la comedia clásica. Si en 'El taxista ful' la comicidad surgía al ver a un taxista intentando descifrar los códigos militantes de los okupas, en Vivir y otras ficciones Rovira tiene que lidiar con una militancia aún más anormal: la de un escritor y activista tetrapléjico –Antonio Centeno, que hace de sí mismo– que monta una red punk de servicios sexuales a tetrapléjicos. Algo así como los pajapléjicos. La juerga, vaya.
“Mi cine parte siempre de una paradoja. O la persona atravesada por el sentido común enfrentada de pronto al discurso político ultra articulado de un Toni Negri. De ahí surge una perplejidad que está también en el nuevo filme, en el que al progresismo le cuesta asimilar que la diversidad funcional también tiene vida sexual”, explica Jo Sol.
Dice el director que las miradas del cine hacia la diversidad funcional suelen bascular entre “el paternalismo” y la “irrealidad”, y pone como ejemplo el taquillazo francés ‘Intocable’, con su tetrapléjico “rico, sensible y culto”. Más conflictivo resulta ver en pantalla a un tetrapléjico sin blanca y enardecido por una cruzada política/sexual que incomoda tanto a la derecha como a la izquierda. Explicado recurriendo al tono cómico del filme: el protagonista de ‘Vivir y otras ficciones’ quiere que el Estado le haga una paja; o al menos no se lo impida. Lo que quizá a usted le suene a frivolidad disparatada, pero que refleja un problema político real que preferimos ignorar: la falta de derechos de las personas dependientes.
“Mi mirada política es tragicómica. Pero aunque venga de derrotas políticascomo la del movimiento obrero y la transición y vea ahora con escepticismo la institucionalización de la revolución, no es una mirada cínica sino estupefacta. Humor absurdo para lidiar con el absurdo del mundo”, zanja el director.
Resumiendo: Jo Sol lo ha vuelto a hacer. Pequeña gran película.
Carlos Prieto, El Confidencial